jueves, septiembre 1

Reflexiones en momentos de vulnerabilidad.

¿Qué pensaría mi yo de 15, 16 años si me viera hoy en día? Primero y antes que nada, seguramente me recriminaría el hecho de haber dejado de hacer muchas de las cosas que me (le) hacían feliz: sacar fotos, escribir, escuchar música como si fuese respirar aire puro. Seguidamente, cuestionaría lo inactiva que estoy en temas de política y cultura, sobre todo  si se enterase que estoy estudiando en Puán, el sueño de su vida. Probablemente también se preguntaría qué pasó con esa chica que parecía que se iba a llevar el mundo por delante, que estaba llena de energía y ganas de hacer del mundo un lugar mejor, que amaba con intensidad, que no dejaba que las opiniones de nadie la detengan o le hagan cambiar su opinión. Esa chica que iba por la calle cantando y bailando, que si alguien le caía bien simplemente se acercaba y se lo hacía saber, la misma que se quedaba durante horas discutiendo con sus amigos sobre poesía, cine, literatura y demás. 
Creo que a primera vista mi versión más joven tendría una gran decepción, se preguntaría qué paso con todos sus proyectos y sueños. Entonces, le explicaría sobre la ansiedad que pronto va a empezar a sentir, sobre los días en los que hacer las cosas más simples me parecían una tortura, cuando no podía estar siquiera en mi casa sin sentirme mal, sin que me doliera el estómago, la cabeza, el alma. Y con eso vendría el relato de cómo día a día lucho para salir adelante, como me volví a animar a hablar en público, a salir a comer con amigos, a socializar de vuelta, cómo a pesar de las dudas que circulan constantemente en mi cabeza hago lo imposible por ir recuperando todo lo que en estos últimos cinco o seis años fui dejando en stand by por la ansiedad, el pánico, la angustia. Creo que mi antigua yo entendería que con el tiempo va a tener que convertirse en una luchadora, que va a tener que dejar de lado por un tiempo todas sus causas sociales para concentrarse en la mayor revolución de la que le va a tocar formar parte en su vida: la de liberarse de todos los miedos que su cerebro genera. Probablemente llegue un día en el que pueda volver a ser esa persona, llena de intereses y causas, pero hoy por hoy tengo que juntar todas las energías en pasar este momento, y dejé ya de sentirme en deuda conmigo misma, porque sé que en el fondo sigo siéndome fiel, sólo que me estoy dejando en reserva por un tiempo, hasta que lleguen mejores épocas.

Maddie.

1 comentario:

Dylan Forrester dijo...

A veces es bueno un alto en el camino para seguir adelante, renovados y con más fuerzas, sin duda.
Un placer leerte por aquí.

Saludos.