The good, the bad, the unknown.

Es la primera vez en cinco años que siento que la terapia está sirviendo para algo, la primera vez en cinco años que los planes que hago los mantengo, que no me asusto de lo mucho que avancé y, por el contrario, busco ir más lejos. También, o mejor debido a ello, es la primera vez en cinco años que intento seriamente retomar mi vida social, y ahí es donde las cosas se complican. Porque todos estos años en los que yo me escondí del mundo todos mis amigos siguieron sus vidas, pasaron por un montón de experiencias que a mí aún me quedan en la lista de pendientes. Y porque después de cinco años en tu propia burbuja no podés esperar que los demás hayan estado esperándote, guardándote el lugar. Muchas amistades las perdí para siempre, y hay otras que va a ser un arduo trabajo intentar de retomar, pero es una tarea a la que me dedicaré felizmente, Porque ahora que me permití volver a salir al mundo, asomar un poquito la cabeza al menos, me doy cuenta de lo importante y necesario que es tener amigos a tu lado, y más aún tener a alguien con quien compartir tu vida, un compañero. Y de repente la mujer que hace menos de un año por la simple idea de salir con alguien tenía un pequeño ataque de pánico y sentía que se iba a morir de los nervios y ansiedad, hoy está buscando ese cariño, ese contacto, ese amor. El problema es que acá también esas personas que alguna vez quisiste de esa manera siguieron sus vidas, y te encontrás a tus veintidós años sola, sin saber cómo conocer gente, con un poquito de miedo y mucho de ganas. Cada cara amigable que te cruzás es interesante, y a cada persona que ves querés conocer, y acá es donde se pone linda la cosa, porque por la primera vez en cinco años vuelvo a considerar que el mundo es potencialmente un amigo, un amor. Que la vida está llena de sorpresas y que uno nunca sabe qué va a suceder, y esa incertidumbre hoy me enamora y me da fuerzas para seguir buscando esa conexión, a pesar de que aún sea un trabajo costoso.